Los Juegos Mediterráneos, en tanto que competición internacional que se pretende de carácter relevante, se han situado históricamente, desde sus inicios en 1951, dentro de un contexto difuso. Un contexto que, por un lado, aboga por un entendimiento y una colaboración internacional a partir del encuentro deportivo; pero que, por otro lado, se encuentra inmerso en un sistema de ambiciones políticas, reivindicaciones, conflictos en la zona o diferencias sociales y económicas existentes entre los diferentes estados participantes. El presente artículo pretende revisar diferentes aspectos históricos, sociales y culturales ligados a esta competición, dentro del siempre convulso contexto mediterráneo.
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