Los perros utilizados por los pastores en La Palma con anterioridad a la conquista de la Isla para la conducción de sus rebaños devinieron, por selección natural y funcional con el transcurso del tiempo, en una raza autóctona que se encontraba en trance de desaparición antes de ser reconocida como tal, a consecuencia de su cruzamiento con perros llegados en la segunda mitad del siglo XX cuando las comunicaciones con el exterior se hicieron más fáciles. Un grupo de trabajo y posteriormente una asociación legalmente constituida, evitaron la extinción de la raza y, con ello, la pérdida de su componente genético que, junto con el de otras especies, también con variedades autóctonas de La Palma, forman parte del patrimonio insular.
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