Tras el abandono de la lucha armada contra la dictadura a comienzos de los años 50, solo algunos sectores minoritarios de la izquierda en el exilio apostaron por el mantenimiento de una oposición intransigente y radicalmente opuesta al abandono del ideal republicano y a cualquier pacto con los sectores conservadores desgajados del régimen. La influencia de las luchas anticoloniales y de la revolución cubana, unida al deseo de hacer algo efectivo por la caída de Franco, llevaron a un grupo de luchadores veteranos a fundar organizaciones efímeras, como la Unión de Combatientes Españoles, en 1959, o el Movimiento por la III República y por la Reconstitución del Ejército Republicano, en 1963, últimos intentos de sumar la experiencia guerrillera de posguerra, ya bajo la influencia de la nueva izquierda revolucionaría
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