En este artículo el autor propone una reflexión sobre la transmisión del sentido después de la "muerte de Dios". En un mundo en el que el Absoluto ha entrado en crisis, ya no es posible encontrar o descubrir el sentido de la vida. Sin embargo, los seres humanos necesitan continuar inventando "sentidos" para poder vivir. El autor propone una pedagogía simbólica para hacer frente a la actual crisis de sentido. El símbolo no hay que entenderlo aquí únicamente desde el punto de vista epistemológico, sino sobre todo ético.
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