La ausencia de recuerdos puede ser debida a la intensidad del suceso traumático que desborda la capacidad psíquica del momento y pone en marcha maniobras defensivas primitivas que distorsionan la experiencia y limitan la capacidad de simbolización de lo vivido.
Hay una ruptura entre la experiencia vivida, su representación y el relato de la misma que son constitutivas de la experiencia traumática. Las huellas traumáticas están a la espera de representaciones con las que poderse relacionar, y esa trasformación sólo puede efectuarse dentro de una experiencia emocional compartida con un interlocutor que acepte escuchar y comprender como ocurre en el proceso psicoanalítico. La meta terapéutica busca un reencuentro con la temporalidad psíquica, que permita discriminar el pasado del presente, que el sujeto pueda acceder a su actualidad y no quedar anclado en el trauma.
Algunos artistas, que han sufrido guerras y traumas intensos han podido conservar las huellas del trauma en la memoria, alimentando así la potencialidad libidinal necesaria para poder ser representadas y volver a la memoria de forma sublimada en la creación artística.
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