Tras la caída desde las alturas del poder de Michael Eisner, de Disney; de Harvey Weinstein, de Miramax; y de Carly Fiorina, de HP, los medios de comunicación especializados en negocios rápidamente proclamaron el fin del reinado de los líderes intimidantes. Sin embargo, esto es prematuro. Muchos grandes intimidadores lo han hecho bien y siguen prosperando. Su modus operandi va en contra de muchas preconcepciones acerca de lo que se necesita para ser un buen líder. Son rudos, ruidosos y directos. Sus tácticas incluyen escenificar rabietas, mantener a las personas en la incertidumbre y poseer un incontestable dominio de los hechos. Pero no se equivoque, los grandes intimidadores no son como el típico matón. Están impulsados por una visión, no por el ego o las malas intenciones. Poseen algunas percepciones profundas sobre la motivación humana y el comportamiento organizacional. De hecho, estos líderes poseen inteligencia política, la cual puede hacer la diferencia entre la parálisis y el cambio organizacional exitoso. Al igual que los líderes socialmente inteligentes, los líderes políticamente inteligentes son expertos en evaluar a los otros, pero ven cosas distintas. Los socialmente inteligentes evalúan las fortalezas de los otros y cómo aprovecharlas; los políticamente inteligentes se aprovechan de las debilidades e inseguridades de las personas. A pesar de todas las obvias desventajas de trabajar para ellos, los grandes intimidadores a menudo atraen a los mejores y más brillantes. Y su atractivo va más allá de su habilidad para inspirar un alto desempeño. Muchos profesionales que gravitan en torno a estos líderes quieren contar con un pequeño ¿intimidador interno¿. En la investigación del autor, no fueron pocos los individuos que dijeron tener relaciones positivas con líderes intimidantes. De hecho, algunos describieron estas relaciones como profundamente educativas e incluso transformadoras. De modo que antes de deshacernos de los grandes intimidadores, argumenta el autor, deberíamos detenernos a considerar aquello que podríamos perder.
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