Allá a finales del siglo XIX, el año 1897, fui un día con Ricardo Baroja al Café de Madrid, hoy desaparecido, que estaba entre la calle de Alcalá y la Carrera de San jerónimo. Este Baroja era paisano mío, de Huelva, porque había nacido en Riotinto, donde su padre, el ingeniero don Serafín Baroja, empezó la explotación de la mina de cobre a cielo abierto, que muy pronto comprarían los ingleses.
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