Las escuelas normales regionales y normales rurales creadas en la década de 1920, para formar maestros rurales, mantuvieron objetivos culturales planteados desde el siglo XIX, pero también objetivos y metodologías novedosas que, a pesar de sus alcances, conformaron una cultura escolar muy particular. Una de dichas innovaciones fue la organización de los internados como familias, en las que los estudiantes desarrollarían un sentido de responsabilidad al vivir en un ambiente natural de libertad y confraternidad. Dicha idea partió de la influencia de distintas corrientes pedagógicas, pero también fue una respuesta a problemáticas concretas, tales como la falta de presupuesto y la oposición de la gente a la educación laica y la co-educación.
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