El presente ensayo pretende, por un lado, dar cuenta de la (in)utilidad de la de- finición de la narrativa testimonial, y señalar, por otro, que su emergencia data solo de los años sesenta de manera que la pretensión de buscar su genealogía en las crónicas coloniales y discursos afi nes debe dejar de realizarse. La propuesta es entender -más que definir- la potencia de este tipo de narrativas, a partir de sus efectos en el espacio político.
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