Jonathan Cross, Juan Carlos Lores Gil (trad.)
La conocida crítica de la estética de Stravinsky que realiza Adorno en la «Filosofía de la Nueva Música» y en «Quasi una fantasia» se basa en la oposición supuestamente dialéctica entre la representación schönbergiana de un sujeto progresivo, auténtico, libre, traducido en el lenguaje musical por medio del papel del desarrollo, y la representación stravinskiana de un sujeto regresivo, inauténtico, no libre, fragmentado e incoherente, reflejado en una música que rechaza de plano el papel del desarrollo, estática y espacializada, basada en la repetición y el «collage». En este contexto, la obra de Stravinsky se contempla como el producto reaccionario de una sociedad despersonalizada. El autor del artículo desmonta la lectura negativa de Adorno, que a pesar del profundo conocimiento de la obra de Stravinsky y de las interesantes intuiciones que tiene acerca de su obra, es incapaz de criticar su propia fidelidad dogmática a una concepción demasiado restringida del progreso musical y del sujeto de la transformación social y cultural. Desde un punto de vista no dogmático, la fragmentación del sujeto stravinskiano y su movimiento no lineal ni unitario quizás permitiera un pensamiento original y progresivo que no estaría en oposición tan radical a la tradición de la Segunda Escuela de Viena como Adorno pretendía. El autor concluye que es necesario también tener en cuenta la importante herencia del lenguaje musical stravinskiano para comprender el complejo panorama de corrientes musicales de la segunda mitad del siglo XX.
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