En la cámara sepulcral de Tutankamón, Zahi Hawass, director del Consejo Superior de Antigüedades de Egipto, retira una tela para descubrir los despojos del joven faraón. «Cuando vi su cara, quedé petrificado ¿declara¿. No fui capaz de articular palabra.» Después, unos operarios trasladaron la momia, dentro de la rústica caja de madera donde decenios atrás la colocó el arqueólogo inglés Howard Carter, a un remolque habilitado en la entrada de la tumba. Allí, un escáner exploró los restos de la momia, generando 1.700 imágenes mediante tomografía computarizada (TC). La cabeza (abajo), escaneada en planos de 0,62 milímetros para registrar sus intrincadas estructuras, adquiere un detallismo espectral en la imagen resultante. Tras escanear el cuerpo entero del monarca, un equipo de radiólogos y médicos forenses empezó a ahondar en los secretos guardados durante milenios por las diosas aladas de los dorados féretros funerarios.
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