Hoy estamos acostumbrados a identificar a La Rioja (España) con sus caldos y a renombrar su calidad. El origen de la identificación del vino de Rioja con la región hunde sus raíces en la Edad Media y, sobre todo, en el siglo XVII. En efecto, a lo largo del seiscientos en la cuenca alta del río Ebro (en La Rioja y en las comarcas colindantes) se dieron los factores necesarios para consolidar un tipo de vino, el Rioja: se producía lo suficiente como para poder vender fuera de la región, se destinaba la mayor superficie de tierra al viñedo, se potenciaba la venta, se disponía de un mercado de consumo, los intereses de las autoridades públicas pronto se pu-sieron al servicio de los vitivinicultores y, en fin, todo el entramado social y económico giró en torno al vino. Fue tal el éxito y tan bien articulado estuvo todo al-rededor del Rioja que el modelo perduró hasta el desastre de la filoxera de finales del siglo XIX.
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