Mediante el sufijo *-to se derivaban en indoeuropeo adjetivos deverbativos y denominativos para expresar que el referente del nombre al cual se aplicaban o el referente del nombre derivado con él estaban dotados de la propiedad designada por el lexema del derivado. Característica semántica saliente de los deverbativos, en particular, era el no indicar ni actividad ni pasividad. Con los adjetivos deverbativos de esta clase se construyó en la lengua latina buena parte de su paradigma verbal. En este paradigma los adjetivos verbales actuaron como participio perfecto, y en unos casos fueron pasivos mientras que en otros con igual forma fueron activos. En las lenguas romances y en espaiíol el participio pasado o perfecto en -ado e -ido siguió siendo pasivo y a veces activo. Pero, como activo, no lo fue simplemente por conservación de una función arcaica recibida a través del latín, sino por la creación renovada de formas de idéntico valor antiguo. Estos participios activos de forma pasiva abundan, pues, como adjetivos y constituyen un extenso repertorio. Pero mucho más notables que ellos, como adjetivos comunes, son los que, como adjetivos propios, han constituido elemento lexemático único o segundo elemento lexemático de nombres propios personales y geográficos compuestos, como Amadis, Cámara Defendida, [mula no Fallada, etc. Se propone una reinterpretación de algunos adjetivos y nombres, comunes y propios, de acuerdo con el mencionado valor activo de sus formas pasivas.
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