Las negativas consecuencias que tiene la Gran Guerra de 1914 en la expansión misional de la Iglesia católica y la presión que ejercen ciertas disciplinas, entre ellas la etnología, contra los fundamentos del dogma católico, fuerzan al Vaticano a diseñar mecanismos de respuesta que permitan relanzar las misiones y devolver a la Iglesia al lugar de preeminencia �espiritual y material� que había ocupado hasta solo medio siglo antes en el mundo. La exposición misional de 1925 es uno de los principales recursos puestos en práctica en ese sentido. Al unísono, con su celebración se pone fin al gran déficit propagandístico del que la Iglesia católica había adolecido hasta entonces por su escasa y muy constreñida presencia en las exposiciones coloniales, internacionales y universales. Además de estudiar este contexto y la propia exposición, en el artículo se analiza con detalle el sentido de la etnología confesional que se articula en torno al certamen, valorándose su utilización como presunta herramienta científico-misional.
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