La vieja costumbre de mantear seres humanos y perros se transformó a comienzos del siglo XVIII en una manifestación del Carnaval desarrollada fundamentalmente por mujeres. Los muñecos de paja, llamados peleles, representaban siempre la figura de un hombre, a quien las mujeres dirigían todo tipo de injurias por medio del canto. La costumbre pervivió especialmente en Madrid y los pueblos más meridionales de su provincia hasta bien mediado el siglo XX.
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