La proliferación de grupos especializados en la organización del ritual festivo es una de las características definitorias principales de la fiesta en la modernidad. Emerge así un tipo de sociabilidad de rasgos inequívocamente modernos, que recurre a la tradición como ideología legitimadora. Sin embargo, estas nuevas formas de sociabilidad sólo pueden actuar como mecanismos de retradicionalización selectiva de la vida cotidiana. Lejos de constituir una mera herencia del pasado, la tradición se construye cotidianamente en el ejercicio que de la misma efectúan los agentes, produciéndose así nuevas formas de sacralidad intramundana, que convierten a la sociabilidad festera en un mecanismo de reencantamiento débil de un mundo secularizado.
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