Desde tiempos remotos, el deseo de prolongar la vida, de alcanzar la juventud perdida, y la incesante búsqueda del elixir que garantizara la salud y el equilibrio físico y espiritual, han sido una de las preocupaciones vitales del hombre, la aspiración de vencer la enfermedad y el afán de distinguir las diferentes dolencias, se ha hecho patente en todos los tiempos y en todos los niveles sociales, aunque la concepción de la enfermedad y de los remedios para mitigarla, han sido muy diversos y se han ido modificando a través de los siglos. El hombre en su afán de dominar el cuerpo y el espíritu, absorto ante la grandiosidad del cosmos envolvente y de la fuerza indomable de la naturaleza, se ve despojado de inmortalidad, es conocedor de sus carencias físicas. Así que, indagador e inquieto de conocimientos universales, acude a la medicina entendida desde el punto estricto de la ciencia, pasando por el poder abrumador de la religión y derivando a los remedios que ofrece la magia; estos tres vértices se unirán como hemos comprobados, a sendas tan diversas pero a la vez tan entrelazadas, como serían la astronomía, la astrología, e incluso, la alquimia, sanadora del médico.
Delimitar estos grandes campos de acción, es tarea ardua, puesto que implica poseer una noción estricta no sólo de los rituales y ceremonias que acompañaban al acto de sanación, sino que, supondría a su vez, adentrarnos en las cavernas del pensamiento humano, discernir e indagar sus creencias, sus miedos, sus posibilidades sociales, en definitiva, todo lo que respecta a la condición humana pero en diferentes condiciones temporales. Mi deseo será mostrar un breve repaso a través de la historia, analizando las causas y circunstancias que llevaron a estas disciplinas tan peculiares y distintas, a compartir medios y objetivos durante sorprendentemente, toda una eternidad, haciendo hincapié en el Mundo Antiguo, así como en la Edad Media, y más concretamente en el entorno inmediato de la corte de Alfonso x, un selecto círculo intelectual, impregnado de ese impetuoso afán que jamás ha osado apagar la llama del conocimiento, la curiosidad y el descubrimiento, que vertió este especial legado sobre sus obras científicas como Picatrix y Lapidario, y que ha sabido reunir disciplinas tan dispares en un mismo crisol maravilloso...
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