La Unión Europea ha elegido lograr su construcción por medio de la moneda. La dimensión social se ha dejado en segundo plano, partiendo del principio de que el progreso económico terminaría por "izar" los modelos sociales hacia "lo alto". Hoy ese optimismo parece excesivo. Por toda clase de razones, los sistemas europeos de protección social están ante la amenaza de una regresión: surgimiento de las ideas económicas liberales, imperativos de competitividad, respeto al Pacto de Estabilidad y Crecimiento, visibilidad del aumento en Eurolandia de las diferencias de remuneración y prestaciones sociales debido a la moneda única y, por consiguiente, la competencia fiscal y social más feroz. Si Europa quiere escapar de los riesgos de un estallido social o de una nivelación social "hacia la baja", debe organizar un mínimo de solidaridad comunitaria.
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