Casi 40 años después de que el último alfarero, Escolástico de Val, dejase de trabajar y de que cerraran los tejares, Santa Cruz de Moncayo ha recuperado los dos oficios tradicionales que fueron el motor de su economía durante siglos. Todo comenzó con la puesta en marcha, por iniciativa popular, de un pequeño museo en el que mostrar este rico pasado lleno de barro y un pequeño taller de cerámica. La iniciativa privada hizo el resto: hoy una alfarera, Gema Muñoz, vuelve a dar vueltas al torno en ese taller y otro vecino del pueblo, Alfredo Val, ha recuperado la industria tejera. Santa Cruz vuelve a enarbolar banderas de humo con olor a tierra cocida.
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