a cultura de la muerte como parte inequívoca de la vida, se ha ido perdiendo en post de una sociedad que valora mucho más el no envejecer, el cambiar lo viejo por algo nuevo, provocando un olvido cultural de algo tan inevitable como la vejez y la muerte, en la aportación educativa y emocional, necesaria para completar el ciclo de la vida. La aportación de la legislación de voluntades anticipadas, ha empezado a dar luz a un aspecto tan difícil dentro de la ética sanitaria, como el derecho a una muerte digna. Pudiendo cualquier ciudadano dejar reflejada de una manera institucional, la voluntad de no recibir atención sanitaria que pueda provocar más dolor o alargar una agonía imparable.
La informante de este relato, cree tener todo el derecho legal para poder decidir por ella misma, cómo y dónde quiere morir. Ella quiere morir en casa, sin dolor. Es una persona que afronta la muerte como liberación de una dependencia impuesta por una enfermedad, a la que ha tenido que aprender a adaptarse. Su experiencia de vida es enriquecedora, ya que muestra las fases de aceptación de una enfermedad incapacitante y el afrontamiento de la muerte, como consecuencia natural de una vida plena.
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