La nueva novela del premio Nobel José Saramago (1922), La caverna, puesta a la venta recién nacido el tercer milenio -gozando de un eco mediático capaz de eclipsar cualquier feroz apuesta navideña-, cierra una «trilogía involuntaria» -a la que adscribimos Ensayo sobre la ceguera y Todos los nombres- en la que el autor denuncia la deshumanización del recién agotado siglo XX. Había ido ganándose Saramago en los últimos años un prestigio de crítico con el sistema -en su literatura y en sus otras militancias-, pero a fuer de sinceros, el sistema no le ha dado la espalda. Al contrario, a la consagración definitiva del Nobel hay que sumar el inestimable apoyo de los medios editoriales y periodísticos, que con motivo de la aparición de La caverna ha alcanzado una unanimidad que para sí quisieran muchos popes del mercado. Saramago, con su rebeldía, ha logrado una audiencia de masas.
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