Es innegable el propósito didáctico y moralista de una gran parte de nuestra literatura del Siglo de Oro; en ella, arte y moral se unen, complacencia del gusto y reforma de las costumbres se complementan. La obra de una figura cumbre del Barroco como Baltasar Gracián puede ser, sin duda, clasificada como literatura moral, aunque lo estético-literario y lo moral no agoten la polisemia de sentido de este autor conceptista.
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