El artículo trata una cuestión de suma importancia para los profesionales de la acción social: la dificultad de un abordaje riguroso y eficaz de los conflictos de valor dentro de los equipos de trabajo. Se limita a plantear el tema intentando aportar algunas reflexiones, fruto sobre todo de la experiencia de su autora, así como dejar señalados los criterios ético-deontológicos mínimos que debe presidir un grupo de trabajo que tenga como fin compartir las dudas y dilemas de la práctica profesional y revisar reflexivamente su tarea. La intención es que sean los propios profesionales los que experimenten, a partir de las pistas y las referencias bibliográficas que se aportan, y puedan llevar a cabo su propio proceso de aprendizaje
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