R. Sleiman-Figueroa, Jordi Salas Salvadó, L. Rodrigo-Provedo
Es ampliamente conocido que aquellas poblaciones que consumen de forma habitual frutos secos, como las comunidades del mediterráneo y evangélicos adventistas, presentan un menor riesgo de padecer enfermedades car-diovasculares. Esto ha sido observado en una serie de es-tudios epidemiológicos longitudinales, analizando grandes poblaciones.
Además de las evidencias epidemiológicas se han reali-zados diversos estudios clínicos para corroborar el efecto que tiene el consumo de frutos secos sobre los niveles de colesterol sanguíneo. En casi todos los estudios se encon-tró una reducción significativa del colesterol total y su frac-ción LDL.
Parece interesante destacar que el efecto hipocoleste-romiante observado en los estudios realizados con dietas suplementadas con frutos secos es mayor que el esperado a partir de la composición en ácidos grasos de los frutos secos.
El consumo habitual de frutos secos también se ha aso-ciado a una reducción de la mortalidad por cáncer de próstata, posiblemente a su alto contenido de selenio y otras sustancias anticancerígenas, aunque existan escasas evidencias al respecto.
Ante todos estos resultados se precisan realizar otros estudios en animales y humanos para demostrar el efecto beneficioso del consumo de frutos secos sobre otras pato-logías como la diabetes y la obesidad.
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