Condorcet considera, en el marco de un modelo antropológico y el horizonte de la ética de los derechos humanos y de una organización política democrática, que mediante la facultad racional, la tolerancia y la humanidad, la instrucción pública y nacional debe formar al hombre nuevo, un ciudadano autónomo, responsable, lúcido, libre de ignorancia y crítico. Esta contribución de Condorcet al siglo de las Luces, se encuentra en una de las líneas desarrolladas en el ámbito de la Revolución como dos concepciones del hombre nuevo: la de la maduración progresiva del hombre mediante la educación y la instrucción, frente a la otra, que presenta al hombre como inmediatamente regenerado.
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