El reconocimiento del niño por los adultos, como acontecimiento moderno que se inaugura en un discurso autónomo sobre la educación, desde Comenio y con Rousseau, y otros pedagogos, deviene conocimiento, observación, control y vigilancia del ser-niño, mediante estrategias de disciplinamiento y sustitución, aplicadas por el discurso con pretensión científica (pedagogía y psicología), para hacer de la niñez lo que hay que educar para la producción y la utilidad. En otras palabras, "una vez reconocida la infancia, el hombre, la razón y el desarrollo calculado se convierten en los referentes principales, en las condiciones ideales de las que se debe partir para llevar a cabo el proceso de moldeamiento, penetración, división y represión del niño".
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