La sensibilidad ecológica se ha extendido a todos los ámbitos de la vida económica y social, los cambios y adaptaciones de la Política Agrícola Común (PAC) que han tenido lugar en los últimos años, así como de un modo más general, la reflexión sobre el futuro del mundo rural y la toma de conciencia de la importancia de los desafíos medioambientales, contribuyen a crear un contexto propicio para el reconocimiento y el desarrollo de la agricultura sostenible.
Como indica la comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo COM (2006) 508, durante las últimas décadas, la agricultura europea ha experimentado considerables cambios, y se prevé que siga evolucionando en el futuro. Las innovaciones tecnológicas (por ejemplo, la mejora de los productos agroquímicos, las semillas y las razas ganaderas) han permitido a las explotaciones incrementar su rendimiento y, por lo tanto, su competitividad. No obstante, los cambios en la utilización de las tierras y en las prácticas agrícolas derivados de la especialización y la intensificación se han vinculado también a determinados efectos nocivos en el agua, el suelo, el aire, la biodiversidad y los hábitats. Al mismo tiempo, el abandono de la agricultura en las zonas marginales provocado por factores sociales y económicos supone una grave amenaza para el medio ambiente agrario y los paisajes rurales.
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