Los ecosistemas son hábitats autosuficientes donde los organismos vivos y el ambiente interaccionan para intercambiar energía y materia en un ciclo continuo. En agricultura, el hombre altera el equilibrio natural, e incide directamente en la biodiversidad del ecosistema, en especial de los artrópodos, reduciéndola considerablemente respecto de los ecosistemas naturales. La diversidad específica de un ecosistema determinado constituye un índice de su estabilidad. Esto implica necesariamente que el desequilibrio provocado por el hombre supone un riesgo del incremento poblacional de determinadas especies, denominadas plagas, por esto la adecuada ejecución y programación de las prácticas agronómicas, son decisivas para contribuir a su control. En la literatura científica existe una gran ausencia de datos en estudios del impacto ocasionado por los insecticidas utilizados por el tratamiento aéreo contra la mosca de la oliva.
La evolución en el establecimiento de los criterios para mejorar los sistemas de lucha contra las plagas, combinando selectividad, eficacia, economía y dando prioridad de acción a los elementos naturales de control, ha llevado a productos insecticidas cada vez más selectivos, menos persistentes y de menor toxicidad.
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