El del tratamiento farmacológico de la hipertensión es, seguramente, un tema inacabable; y es que la enfermedad más que disminuir, crece. Y sus riesgos cardiovasculares también. Por eso me sorprende que se centre el debate en el medicamento, y no se hable más de identificar más hipertensos o de tratar bien a los diagnosticados. Dar fármacos sine die a pacientes cuyas enfermedades no duelen ni sienten no es tarea fácil.
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