En 1900, el Ingeniero de Caminos Leonardo Torres Quevedo ha alcanzado un lugar preeminente en la ciencia española debido al notable reconocimiento de su capacidad inventora en la vecina y científicamente desarrollada Francia; de hecho, ha concluido el edificio teórico y las demostraciones prácticas estrictas de sus máquinas de calcular analógicas. Con el cambio de siglo, pasa a dedicarse a otro ámbito de estudio, la Aeronáutica; en particular la Aerostación, presentando desde 1902 sucesivos proyectos de dirigibles que supusieron contribuciones originales a la solución del problema mundial de la navegación aérea, y de los cuales su sistema autorrígido de 1906 constituyó la principal aportación en su campo hasta el final de la I Guerra Mundial.
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