En la religión mexica predomina la herencia de una milenaria actividad agrícola, procesada y transformada a lo largo del tiempo. Los mexicas adaptaron su religión a sus propios cambios históricos, pero conservaron como núcleo de la misma su sentido agrícola, basado en el cultivo de temporal del maíz, lo que implica una particular dependencia del medio y el reconocimiento de las altas montañas como controladores del tiempo atmósférico.
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