Ni el pueblo fue una piña en su lucha contra el invasor francés, ni todos estaban en contra de Napoleón, ni el conflicto discurrió igual en una zonas de España que en otras, ni los guerrilleros respondían a unos mismos parámetros y a unos mismos objetivos, ni las élites estaban de acuerdo sobre el régimen político que debían apoyar. El bicentenario de la Guerra de la Independencia (1808-1814) es una buena ocasión para desmontar algunos de los tópicos o construcciones distorsionadas de la realidad que han ido extendiéndose a partir de aquella contienda. Las aportaciones de historia dores como Ronald Fraser, Javier Fernández Sebastián, Miguel Artola, Charles Esdaile o Ricardo García Cárcel han servido para corregir deformaciones. En general, las últimas interpretaciones revelan que el país no era uniforme y que se dividió entre absolutistas y liberales, entre ejército regular y guerrillas, entre afrancesados y patriotas.
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