El piedemonte septentrional de la Cuenca de Madrid se ha construido durante el Aragoniense superior y constituye un sustrato de naturaleza arcósica que se encuentra actualmente en proceso de disección. En la zona madrileña permanecen restos de altiplanicies que se interpretan como referencias morfológicas próximas a la culminación de su relleno sedimentarlo. Los suelos que aparecen sobre esas superficies no son comparables con los que se desarrollan sobre el techo de otros piedemontes peninsulares. A pesar de la evolución que se les presupone, dada la antigüedad de las superficies, muestran una gran dependencia de la naturaleza litológica del sustrato geológico, ya sea terciario o cuaternario. Así, presentan textura generalmente arenosa y su rasgo más común, la aparición de contrastes texturales entre los horizontes, es consecuencia directa de la disposición estratigráfica original del sedimento. La repetición en profundidad de los horizontes iluviales se debe a la existencia de secuencias deposicionales del material geológico. La ganancia de arcilla que forma cutanes espesos y continuos en esos horizontes y su homogeneidad mineralógica, implica una edafización previa a la desarrollada sobre las altas superficies del piedemonte. El orden de todos estos suelos es Haploxeralf (Soil Taxonomy) o Luvisol (FAO). El hecho que no sean considerados "palexeralf" sólo responde a la rigidez de la norma impuesta por la clasificación que especifica un espesor mínimo del horizonte argílico. Lo cierto es que son suelos complejos y/o policíclicos elaborados sobre otros paleosuelos intrasedimentarios de edad neógena
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