Pocas cosas hay más peligrosas, en la vida de la cultura, que llegar a la condición de mito. Los mitos están habitados de sobreentendidos, de frustraciones, de vaguedades (sobre todo), de nostalgias vanas y, a menudo, de visitantes irresponsables. Tendemos a llamar mito a los resultados de nuestra impotencia y a lo que ha envejecido mal (¿o seremos nosotros mismos los que siempre envejecemos mal?).
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