El ensayo intenta fijar la deriva de las imágenes modernas del mal, según los estereotipos que el arte y la educación han ido fijando en el imaginario colectivo burgués, y pretende mostrar una progresiva desustancialización de tales figuras, viradas hacia lo cómico y grotesco, a la vez que, precisamente por ello, crece el sentimiento de horror y de angustia ante una oscilación frente a la cual el ciudadano «normal» no sabe literalmente a qué atenerse. En este esbozo de una lógica del exceso, se examinan las figuras decimonónicas de lo criminal, lo fantasmal y lo satánico, las cuales retornan ulteriormente en la llamada postmodernidad como terrorismo, drogadicción y travestismo.
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