En la primavera de 1750, el pueblo de París se levanta contra los agentes del orden, a quienes acusa de secuestrar niños. Para comprender esta revuelta, es preciso abordar, por una parte, la modificación de la estructura policial, que ha pasado a convertirse en un aparato fundamentalmente represivo, y, por otro lado, la proliferación de malos discursos, que arremeten contra los símbolos sagrados del Antiguo Régimen.
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