¿Debe considerarse la Celestina obra perversa y pervertidora o más bien un libro de moralidad ejemplar? ¿Puede su final catártico compensar las blasfemias y los deleites lascivos que la constelan? ¿La malicia está sólo en los ojos de los lectores viciosos o acecha escondida en los renglones del texto? Éstas y otras cuestiones son las que religiosos y preceptistas fueron planteándose, con creciente inquietud, a medida que se consolidaba el éxito editorial de la Tragicomedia. El presente artículo hace un recorrido por tres siglos de censura literaria, reconstruyendo y analizando los argumentos de los moralistas que acabaron por determinar, a finales del XVIII, la condena integral de la Celestina.
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