Los convulsos inicios del siglo XIX mostrarán un sistema de enseñanza que apenas si se había renovado en los últimos trescientos años. Aquellos primeros y efímeros intentos legisladores protagonizados por las Cortes de Cádiz en 1812, dedicando su capítulo IX a la instrucción pública, o la primera Ley General salida del empeño del ministro de Fomento Claudio Moyano en 1857 no cambiarían en exceso el estado de decadencia, de postración, que arrastraban los niveles de primera y segunda enseñanza en España. La burguesía, esa nueva clase que se hará con el poder desde la muerte de Fernando VII, se entregará tanto al fomento de una primera enseñanza destinada a todos los sectores de población, incluidos los más humildes y populares, como de una segunda que garantizase esa formación sólida que precisaban los cachorros de esta nueva clase, futuros rectores de los destinos de la patria. La emergente burguesía cuevana no iba a ser una excepción en esa tendencia y se constituirá en la principal responsable de la fundación y continuidad del Colegio Nuestra Señora del Carmen, uno de los más importantes centros educativos del XIX almeriense tanto en su primera etapa como en la regida por la orden de los Dominicos.
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