La liberalización de las telecomunicaciones no está dando los frutos que se esperaba. El sistema regulatorio debe adecuarse. Los organos reguladores del sector adolecen de alguna de las virtudes imprescindibles para una etapa de ruptura de monopolios y control de oligopolios: fuerza; celeridad en la toma de decisiones; independencia; profesionalidad; transparencia. Es el caso también de España. En este final del año 2001 están adoptándose decisiones que implicarán la transposición de un marco diseñado para un mercado con una competencia estimable cuando aun no hemos completado adecuadamente la primera. Para España, el reto es doble
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