Con su nacionalidad española -adquirida hace más de 500 años- y su territorialidad geográfica africana, Melilla mantiene el equilibrio entre sus culturas (cristiana, musulmana, hebrea e hindú) sin olvidar su españolidad y sin dejar de estar atenta a los movimientos culturales y artísticos que se suceden en el solar patrio de sus fundadores. Su supervivencia silenciosa, al otro lado del mare Nostrum, no ha sido obstáculo para albergar una de las más singulares manifestaciones de la arquitectura modernista del siglo XX español que, paradójicamente, es poco conocida.
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