Estoy en Zaragoza y en un tiempo paradójicamente intemporal, porque aquí el tiempo no existe aislado y es a la vez pasado, presente y futuro. Por eso, en el verano del año 2008, puedo citarme con Gracián en el guadianesco Grambrinus para luego irnos al Tubo y al Bar Plata, ya restaurante de categoría, tan lejano de procaces resonancias viejas.
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