La lengua es social, ya lo había dicho Saussure. No obstante, la llegada de otros hablantes, de otros cánones lingüísticos y culturales nos hace ahora más conscientes de ello. Y no sólo desde el punto de vista de la curiosidad científica, sino también desde la necesidad de abordar las nuevas realidades socioculturales. El fenómeno de la inmigración obliga a una reconsideración de los estándares lingüísticos y de los parámetros de dominio y eficiencia lingüísticos. Hablar �correctamente� una lengua, vistas las distintas modalidades lingüísticas de los inmigrados, ya no es solamente un saber formal de tipo gramatical y léxico. Hablar correctamente, según veremos, es adecuar el discurso a una situación comunicativa determinada. Es decir, que hablar correctamente es, además de ajustar los enunciados a los parámetros formales de una lengua determinada, corresponder a una serie de otras reglas invisibles y no escritas. Estos parámetros corresponden a las sociedades y culturas, tanto de partida como de llegada.
La lengua es oral. Y es a este nivel que actúa el intérprete en los Servicios Públicos. Además, la lengua es variable y se presenta ante éste de modo variado. La gramática normativa y el léxico, debidamente definidos, explicados y regularizados en los diccionarios y en los manuales, sirven sólo parcialmente. De hecho, �el uso de la lengua estándar y las lenguas estándar son esencialmente convenciones arbitrarias que sólo en la escuela pueden ser aprendidas. De ahí su efectividad para mantener las barreras entre los grupos� (Romaine 1996: 239). Lo que prima en la labor del intérprete en los Servicios Públicos es cómo el hablante, en la situación social de comunicación, emplea el léxico y en qué sentido. Los hablantes nos comunicamos en una variedad lingüística determinada y de conformidad con los patrones de una cultura determinada. El sentido y la significación de nuestros enunciados vienen, además de nuestra voluntad expresiva, codificados social y culturalmente. Estos tres factores, como mínimo, participan en la variación del sentido de las palabras de la lengua y del discurso de sus usuarios y, por tanto, participan en la comunicación. Una comunicación que se hace, a veces, difícil por la nueva realidad multilingüe y multicultural de muchas sociedades del primer mundo, especialmente por el fenómeno de la inmigración.
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