A las 16,30 horas del 12 de agosto de 1898 el embajador de Francia en los Estados Unidos, Mr. Jules Cambon, firmaba en Washington en nombre de España, ante el presidente McKinley, el Protocolo por el que el Gobierno español aceptaba todas las exigencias norteamericanas como condición previa al cese de las hostilidades entre ambos países, que debía tener efecto inmediato a la firma del documento, según recogía su Artículo 6º.
No fue así. Poco después de las 09,00 horas del siguiente día 13, la escuadra al mando del comodoro Dewey, pese a que el ministro de Marina estadounidense, Mr. Long, le había ordenado levantar el bloqueo de Manila, iniciaba la preparación artillera, previa al asalto de la plaza, que capitulaba poco después del medio día, izándose a 17:43 horas en el fuerte de la Real Fuerza de Santiago la bandera norteamericana. Terminaban así los Estados Unidos, veinticinco horas después del alto al fuego, una guerra que habían comenzado cuatro días antes de su declaración: circunstancias que tal vez debieran haber recordado, cuando tan indignados se mostraron en 1941 ante el retraso con que los japoneses declararon la suya poco después de haber iniciado el ataque a Pearl Harbour.
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