Las excavaciones arqueológicas iniciadas en 1999 en la Cueva de El Mirador de la sierra de Atapuerca han permitido documentar hasta el momento una sucesión estratigráfica holocena de unos 2,5 metros de potencia, formada por niveles del Neolítico y de la Edad del Bronce. Los datos preliminares sobre las ocupaciones de la Edad del Bronce señalan el uso de la cueva como redil, zona de hábitat y espacio sepulcral. Durante su uso como redil se llevó a cabo la quema periódica del estiércol depositado en el interior del corral. Es la primera vez que dicha práctica se documenta en la Meseta y, en el ámbito europeo, en contexto geográfico continental. El uso como cueva sepulcral viene señalado por la presencia de una inhumación colectiva. Ésta presenta evidencias de un ritual relacionado con el tratamiento de los cadáveres previo a su enterramiento. Cabe subrayar también la presencia de una hacha de bronce de rebordes en contexto estratigráfico
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