Es tal el cúmulo de problemas que espera al nuevo presidente de EE UU cuando asuma el poder en enero de 2009, es tal su gravedad y urgencia que se pregunta uno por qué querrá alguien tan amargo cáliz. No hay dimensión de la próxima presidencia que no esté afectada por una profunda crisis. Problemas económicos, políticos y sociales se entreveran de tal manera que no hay forma de enfocar una visión generalizada.
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