Las interminables colas para comprar un pan cada día más caro agravan el malestar de los egipcios hacia un sistema autoritario que no es capaz de reducir los índices de pobreza ni permite la existencia de una oposición verdadera que dé voz a una sociedad efervescente. A la tensión interna, hay que sumar el creciente deterioro de la imagen externa del país, sobre todo en el mundo árabe y Oriente Próximo.
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