El arte es, para la ciencia, como ese amigo friqui que siempre desentona en todas las fiestas. O las anfitrionas son demasiado serias para un personaje tan raro o bien no hablan el mismo idioma y lo arrinconan en labores de pinchadiscos, para que amenice la velada con algún fondo musical que no estorbe mucho. El arte es, pues, una excusa. Pero en ese parasitismo, ambas partes se benefician. El arte, de paso, se lo puede montar con algún ligue esporádico de turno, y así luego todas las ciencias tienen algún chascarrillo del que hablar durante un tiempo.
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