Que las auditorías sean objetivas y que el público confíe en ellas son las dos caras de una misma moneda. Sin embargo, la objetividad no puede observarse directamente, de ahí que la confianza del inversor en la independencia descanse, en gran medida, en la imagen del auditor. En este sentido, es necesario que el auditor sea y parezca independiente, evitando aquellas situaciones que puedan hacer dudar a terceros sobre su independencia.
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