El autor refiere un encuentro con el P. Donostia en Lekaroz, y sus conclusiones sobre la vida artística del compositor vasco: la atracción que ejerció sobre él la vida musical e intelectual de París y los conceptos estéticos de Debussy, lo cual se refleja en sus obras y proyectos. También sus relaciones con los medios musicales religiosos fueron abundantes y profundas. Pero la raiz más profunda de su espíritu musical hay que buscarla en el ferviente amor que sentía por su país. Según él el arte debía servir para hacer música tan natural que en cierto modo recuerde a una improvisación, pero de tal manera equilibrada que acuse en su conjunto y en sus detalles una perfección aún mayor que la que admiramos en los modelos clásicos.
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