La adaptación de las estructuras productivas de los estados industrializados a los acelerados cambios tecnológicos y el creciente entomo competitivo resulta insuficiente en muchos casos. De ahí la necesidad de seguir aplicando reformas estructurales a lo largo de los noventa, a fin de ir eliminando, o reduciendo como mínimo, aquellas rigideces existentes en los mercados de trabajo y de bienes y servicios que impiden una mayor racionalízación y competitividad económicas: Formas de negociación colectiva, modalidades contractuales, restricciones a la movilidad... en el mercado laboral; restricciones para el libre acceso al mercado, competencia insuficiente en la oferta... , en los mercados de bienes y servicios.
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